PINCHA PARA LEER POR CAPÍTULOS LA NOVELA DE NIKOLINE NEIRL

17.5.12

Capítulo ll

Mierda.
El corazón me latía a cien y miles de preguntas como las que ya os podéis imaginar recorrían mi cabeza. Estaba asustada, muy asustada, notaba como la sangre salía de mi corazón y fluía por las venas de todo mi cuerpo. Me giré y sin decir nada miré a John buscando alguna respuesta. No la encontré. Quería olvidarlo todo, así que supongo que me desmallé, y la verdad es que ahora doy gracias a haberlo hecho.
Me desperté con el calor de una hoguera y unos brazos fuertes que me acunaban. Estaba claro que eran los de John, pero a pesar de que, en situaciones normales, me hubiera soltado de él, ahora estaba realmente cómoda, ni siquiera quería abrir los ojos. Me agarraba con tanto cariño y delicadeza que me recordaba cuando mi padre me cogía en sus brazos y me consolaba si algo iba mal. Ésas etapas de mi infancia que ahora tanto extrañaba. Ya no recordaba lo que era ser feliz, hasta ahora. John no parecía como los otros chicos, que te tratan como un objeto o una putita de la esquina, no, su compañía me hacía sentir bien, como nunca me había sentido.
Entonces volví a la realidad, ¿qué hacía fantaseando con John? ¡por Dios! Había dejado claro que ya no era una cría y ahora volvía con estas historias. Abrí los ojos y me levanté de sus piernas. Entonces caí en la cuenta de que aún estábamos en la playa.
-¡El bus! -grité.
Él rió divertido.
-He encontrado un móvil en la arena y he llamado a mi entrenador, estará aquí antes de que anochezca. -dijo.
-¡Oh, gracias a Dios! -no pude evitar sonreír, aunque no era por él, si no por no tener que pasar más tiempo en esta playa fantaseando cosas indebidas.
-Pero bueno, aún nos queda un buen rato.
Sus palabras resonaron en mi cabeza. ''Un buen rato'', ¿un buen rato para qué? ¿Para tener que hablar con él fingiendo que me interesa lo más mínimo? He de decir que aquello me aterraba. Y sobretodo que pronunciara las palabras mágicas ''conocernos'' y ''mejor'', que nunca deberían ir en la misma frase. Estaba todavía más asustada que cuando vi la playa desierta. Nunca me había relacionado con un chico a no ser que fuera por obligación de las demás chicas del grupo, y ni siquiera debía tener una relación estable, iba a junto él, nos besábamos un ratito y se acabó, pero la palabra ''novios'' todavía no la había probado.
Había reflexionado tanto en tan pocos minutos que John pensó que ni le había escuchado.
-¿Nikoline? -preguntó.
Se me erizó la piel al ver cómo sonaba mi nombre en sus labios. Era la primera vez que le oía llamarme por mi nombre de pila y puede que eso me gustase.
-¿John? -respondí.
-Sí, yo estoy aquí, pero la que parece no estarlo eres tú. -dijo con un tono más serio.
-Sí, claro que estoy. Un buen rato dices que nos queda, ¿no? pues voy a dar un paseo por ahí...
-Voy contigo. -dijo.
Genial. Aún encima era testarudo.
-No hace falta, de verdad.
-Pero podrías perderte, o podrían llegar a buscarnos y tú no estar aquí. -respondió.
En eso tenía razón, no podía alejarme y menos sola. Así que decidí la respuesta fácil.
-Pues..., voy a bañarme.
Farfulló un ''ok'' y por fin fui libre.
Puse los pies sobre la arena mojada y enseguida noté como el agua fría se filtraba por los poros. Sin pensarlo me metí en el agua y nadé hasta ahogar mis penas.

...
Sonó el cláxon del coche pequeño de su entrenador de rugby. Corrimos a meternos dentro y dejar atrás aquel horrible lugar de una vez. Nos saludó con una amplia sonrisa, nos preguntó un par de cosas a las que John respondió sin pensarlo y yo respondí monosílabos, y emprendimos camino. Me dormí en el trayecto desde las playas de Cardiff hasta Slough, y después permanecí despierta hasta Londres, pero sin decir ni una palabra con John o su entrenador. Temí que fuera a dejarme en el instituto y tuviera que coger un autobús hasta mi casa.
-¿A dónde te llevo, Nikoline, a Londres centro? -preguntó por fin.
-Preferiría que me dejaras en Prescot St, si puede ser.
-Claro, cerca de la Tower Hill ¿no?
-Sí.
-Muy bonito aquello.
Esbocé una sonrisa.

12.5.12

Capítulo l

Todo empezó en la excursión de fin de curso, a pleno Junio.
Se acababa de morir Bert, mi perro, el único que sabía como era y me quería igualmente. Utilicé mi pérdida para que mis compañeros sintieran compasión y me dejaran un poco en paz. Me senté en la arena y pasé el rato viendo como se bañaban en el agua, se metían mano, y todas esas cosas tan divertidas que hacen los populares. Me asombré de mi propio sarcasmo. Me acurruqué en la toalla y deseé que esto acabara de una vez. Entonces se acercó John, un chico moreno, delgado y algo más bajito que los demás jugadores de rugby. El único con el que Monique, una de las de mi grupo, no se había acostado todavía. Y no se por qué, aquel chico parecía sentirse atraído por mi, que por supuesto, no era correspondido. Me entró jaqueca al pensar que tendría que entablar una conversación.
-Hola, ¿estás mejor? -dijo, con un tono agradable.
Emití un gruñido intentando decir ''sí''.
-Lo siento, no entiendo tu lenguaje cavernícola, estamos en el siglo XXI. -bromeó.
No se por qué, aquello me hizo gracia y estallé una carcajada. Él debió pensar que me sentía cómoda y se sentó a mi lado. 
-Parece que se lo pasan bien. -comentó.
-Genial, tocándose los unos a los otros, les deben quedar pocos niveles para aterrizar en un puticlub. -dije, enfadada.
Él se río de mi chiste.
-Creía que eran tus amigas.
En aquel momento me dí cuenta de lo que estaba haciendo, casi parecía que las odiase, no podía dejar ver ese lado de mi con él, por Dios, con él no. Me arrepentí en seguida de haber continuado esa conversación. Decidí irme un rato con la excusa que antes se me ocurriese.
-Er, si, bueno, adiós.
Me levanté e intenté caminar hacia las rocas, cuando noté como me agarraba por el bikini.
-¡Eh! -le grité.
-Tranquila, no pretendía nada, tan solo que me esperases.
-Ya, bueno, me voy. -contesté enrojecida.
-¡Espera! Voy contigo, yo también necesito dar un paseo y alejarme un poco de estos monstruos.
Me sorprendí al ver que el también los tomaba como eso. Iba a negarme porque su presencia me incomodaba, pero ya era tarde, emprendimos camino hacia las rocas que llevaban al sendero bajo un silencio incómodo que él enseguida rompió.
-¿Sabes? Eres la única del grupo de Shirley -la ''jefa'' del grupo, la más popular, y la más idiota.- que parece simpática, las demás son un atajo de putas.
Me encantó aquello, me sonrojé, supongo.
-Gracias... -dije con timidez.
No contestó. El camino continuó en silencio. Yo solo podía pensar en sus palabras, me hacía mucha gracia que las llamara ''atajo de putas'', yo no era así, o eso creía, y gracias a él lo había comprobado.
De pronto sonó un claxon, parecido al del autobús escolar, ¡no podían marcharse!, ¡estábamos muy lejos todavía!, me asusté y le agarré la mano para gritarle que corriera a por nuestro bus. Acto seguido me arrepentí rotundamente, lo solté y me puse a correr en dirección a la playa para que no viera mis mofletes colorados. Él hizo lo mismo.
Tras correr sin cesar un buen rato, llegamos a la playa. Un vacío recorrió todo mi ser. Allí no había nadie. Ni siquiera nuestras mochilas seguían allí.
Nada.

Introducción.

Nikoline Neirl Novotny, o Nik, para los amigos.
Si algún día os pasáis por el Lansdowne College podréis verme como una de las chicas de dieciséis años del grupo de las populares, encabezado por Shirley Tilman. Populares, sí, esas que se lían con el chico más apuesto del equipo de rugby, tienen un grupo de animadoras y hacen imposible la vida de otras pobres chicas menos altas, guapas y delgadas pero probablemente más inteligentes.
Sí, seguro que así me veríais por fuera.
Si no fuera por el prestigio de los Neirl, yo sería una de esas chicas a las que pegan el los baños. No se me da bien la gente desde el día en que a los apenas diez años, mi madre, en un arrebato de furia me soltó que había sido un descuido de una noche de borrachera. ¿Qué encanto de mujer verdad?
La verdadera Nikoline odia esta sociedad que se está creando, donde el más grande se come al más pequeño, y donde las grandes personas tienen que esconder quienes son por lo que puedan decir los demás.
¿Pero que podía hacer yo?